Soy un apasionado de las motos y un gran aficionado al mundo del motor en general. Me encanta el rock clásico y me fascina la cultura de los años 50 en Estados Unidos. Con esos ingredientes no os extrañará nada que uno de mis grandes sueños haya sido hacer la Ruta 66. Pero nunca pude… hasta ahora.
Tengo muchos amigos moteros que sacan tiempo de donde sea para dedicarse a su gran pasión, pero por mi trabajo yo nunca he podido compartir demasiado tiempo con ellos. Usaba la moto para ir a trabajar y salir algunos fines de semana pero nunca pude hacer grandes viajes: ni mi trabajo ni mi situación familiar me lo permitía.
Y llegó la noticia. Justo unos meses antes de jubilarme me empecé sentir mal y fui al médico. No me esperaba nada de aquello. Tuve que preguntar que es metástasis en el hígado mientras me daba cuenta de que mi vida iba a cambiar, pero de otro modo al que yo esperaba. Con la jubilación pensaba darme algunos caprichos a modo de viajes, “ahora que iba a tener tiempo”, pero la noticia de la enfermedad fue un jarro de agua fría.
Después de unas semanas de pensarlo bien me presenté en el médico y le comuniqué mi decisión: me iba a Estados Unidos a hacer la Ruta 66. Con mi edad (tenía 66 años) era el momento perfecto, ¿no? A mi médico también le gustaba las motos, y además de explicar muy bien que es metástasis en el hígado también sabía cambiar un caballete lateral. Me dijo que entendía mis ganas de hacer algo diferente, pero que podía ser un riesgo teniendo en cuenta mi estado. Me dio libertad para tomar la decisión. Me despedí: “te traeré una chapa cuando vuelva”. Me dio la mano y se rio.
Ya llevo un par de semanas en Estados Unidos y aunque de vez en cuando me siento un poco débil, he hecho muchos amigos que me ayudan en mi viaje. Está siendo una experiencia inolvidable: por fin mi moto y yo hemos cumplido el sueño de surcar el Oeste americano. Y ya he comprado la chapa para mi médico motero.