Lo admito: no me gusta trabajar en equipo. Llevo tantos años trabajando solo que he perdido ciertas habilidades sociales. Entiendo que para trabajar en equipo hay que saber escuchar, ser paciente y colaborativo, además de estar abierto a las correcciones de otros. Como en los últimos años yo he sido el único responsable de mi trabajo y la opinión de otros era poco importante para el éxito de los trabajos he aprendido a hacerlo yo todo por mí mismo.
Esta forma de trabajar tiene sus ventajas. Principalmente, la autosuficiencia. Pero tiene sus obvias desventajas. Y es que cuando llega un momento en el que algo me queda demasiado lejos o no sé cómo abordarlo debo colaborar con otra persona, y he perdido la costumbre. Cuando tuve que elaborar material publicitario para un proyecto me vi muy limitado por mis propios conocimientos. Traté de intentarlo yo mismo, pero perdí bastante tiempo y algo de dinero. Entonces me di cuenta de que no me quedaba más opción que buscar a alguien que me ayudase. Y empezaron los problemas.
Probablemente mi gran defecto a nivel laboral sea la impaciencia, sobre todo cuando se trata de cuestiones técnicas, no tanto creativas. Todo lo relacionado con el dominio de los programas informáticos me crea bastante ansiedad, sobre todo por ese proceso inevitable que se da hasta que logramos un mínimo dominio de este. Y esta impaciencia también se traslada a los colaboradores técnicos. Creo que las cosas deben hacerse más rápido de lo que se hacen y suelo ser un poco agonías.
Pero en ocasiones te encuentras con personas que te ponen en tu sitio y eso te sirve para madurar un poco. Cuando acudí a una chica diseñadora para que me ayudara con ese material publicitario y empecé a meterle presión ella me paró los pies rápidamente. Incluso me dijo que dejaría el trabajo a medias y que no cobraría pero que eso no eran modos. Y entonces me di cuenta de que en aquello estaba yo para aprender de ella y no al revés. Al final, por muy individualista que uno sea, siempre necesita ayuda de alguien más.