Supongo que como hacemos todos yo tampoco suelo hacer mucho caso a los vendedores telefónicos, pero intento ponerme en su lugar: es un trabajo como otro cualquiera, y desde luego que ellos no son los responsables de las llamadas, sino su empresa. Es verdad que los hay más insistentes y menos. Pero, ¿habéis probado a escuchar una de estas llamadas alguna vez? Yo lo hice y cambié de seguro.
Coincidió que la llamada me pillo sin nada qué hacer y la chica al otro lado del teléfono logró evitar que colgase a la primera de cambio. Supongo que eso es el mayor logro de un vendedor telefónico, evitar que se cuelgue sin poder dar ninguna información. A mí me hizo una pregunta que me dejó dudando: ¿qué es eso tan bueno que tiene tu seguro que no quieres escuchar lo que te podemos ofrecer nosotros?
Ellos eran de adeslas es y me podían ofrecer, según la chica al otro lado del teléfono, un acuerdo mucho más beneficioso. Entonces me puse a pensar en eso “tan bueno” que tenía mi seguro que descartaba cualquier otra opción. Y me costó encontrar una respuesta. Por un lado, es cierto que estaba relativamente contento con el servicio de mi seguro, pero quizás no tanto con el precio. No soy de ir mucho al médico y es cierto que no estaba seguro que de que me compensara.
Y mientras yo le daba vueltas al asunto, la vendedora comenzó a nombrarme algunos de los servicios que podía tener si cambiaba de seguro y, lo más importante, los precios que me iba a encontrar. Así que como no soy de decidirme a la primera la invité a que me llamara a la misma hora en unos días para que me diera tiempo a analizar el coste de mi seguro.
Y cumplió. Tres días más tarde, como un clavo, recibí una nueva llamada de la misma chica de adeslas es ofreciéndome uno de esos acuerdos que no se pueden rechazar. Y dejé mi seguro de toda la vida. Así que no siempre esas llamadas son una molestia: a veces hay que tener un poco de paciencia.