El corcho y las botellas de vino conviven desde el siglo diecisiete. Esta pieza de corteza de alcornoque, también fabricada con caucho estireno-butadieno, sigue desempeñando su función original, además de ofrecer una información valiosa sobre el método de elaboración de las uvas albariño, chardonnay, garnacha, etcétera.
De origen reciente, esta clasificación por símbolos informa al consumidor acerca del tipo de bebida que ha adquirido. El triángulo, en primer lugar, indica que se ha agregado gas carbónico al caldo para potenciar su acidez y frescura. Este proceso, similar al utilizado en los refrescos comunes, da lugar a vinos gasificados.
El símbolo del círculo está reservado a los vinos producidos con el trasvasado Alude o Método Transfer, que implica una fermentación adicional en la propia botella. Este tratamiento es habitual tanto en vinos espumosos como en champanes selectos.
Por su parte, el marcado de tapones con un anillo o circunferencia revela que el vino fue elaborado con el método Charmat o Granvás. Esta técnica consiste en fermentar el caldo en tanques presurizados, antes de su comercialización en botella.
Sin embargo, el símbolo más común es la estrella de cuadro puntas, indicativo de que el vino se produjo a través del método champenoise. Este procedimiento, surgido en la Champaña-Ardenas, conlleva el desarrollo de una fermentación inicial y embotellado, para después someter el vino a una segunda fermentación en la propia botella. Debido a su compleja elaboración, los vinos con una estrella en su tapón suelen mostrar una mayor exquisitez y cotizarse a un precio más elevado.
Por último, el símbolo del rectángulo está destinado a los vinos que son resultado de una elaboración champenoise o tradicional incompleta. El periodo de reposo en botella ha sido escaso y tampoco se ha efectuado el degüelle y retirado de las impurezas. De ahí que sean percibidos como de menor calidad.