¿Has comprado la que todo el mundo considera la mejor leche sin lactosa para probarla y has notado que sabe diferente a la leche “normal”? Si es así tal vez hayas pensado que pueda ser manía tuya o un problema de la marca pero si lo que has percibido es un dulzor característico, no es un problema tuyo sino una característica de esta leche.
La leche sin lactosa se consigue añadiendo a la leche lactasa, la enzima digestiva que se encarga de descomponer este azúcar de la leche en otros azúcares más fáciles de digerir. Pero este proceso supone una pequeña alteración en el sabor de la leche. Es cierto que no todas las marcas saben igual, ya que mientras que algunas tienen un regusto que incluso es desagradable por lo excesivamente dulzón, la leche de calidad solo tiene una ligera variación en el sabor. Muy pequeña pero perceptible para quienes vienen de tomar leche con lactosa.
Por eso, no se trata de no tomar leche o tener que resignarse, sino buscar una marca que ofrezca un producto de calidad, con un proceso bien realizado que no solo garantice que la leche no tiene lactosa, o tiene una cantidad irrelevante, sino que además respete el sabor original de la leche tanto como sea posible. La variación en el sabor debe de ser la mínima posible.
Si eres intolerante solo tendrás que acostumbrarte a este pequeño matiz. Es muy fácil, una vez que tome la leche unos días ya ni siquiera te darás cuenta de la diferencia, siempre que hablemos de leche de buena calidad. Si no eres intolerante, entonces no tienes motivos para tomar la leche sin lactosa ya que esta no tiene menos calorías ni es más digestiva para quién produce de manera natural lactasa.
Hay un porcentaje pequeño de intolerantes a la lactosa que no pueden tomar la leche sin lactosa ya que su intolerancia es tan alta que lo residuos que pueden quedar en la leche son suficientes para hacerles daño. En estos casos hay que recurrir a las bebidas vegetales para poder sustituir a la leche acompañando al café o sola. Pero siempre siendo conscientes de que no es leche, sino un producto totalmente diferente, con un gusto distinto y que tiene también unos valores nutricionales propios que dependen del tipo de producto del que deriven, no siendo lo mismo una bebida de arroz que una de avena o de almendras.